Abriendo la Puerta de la Jaula
![Imagen](/uploads/1/0/3/0/10308005/__9750685.jpg)
Cuando los casados descubren que avanzan como bólidos hacia el divorcio, algunas veces recurren a consejeros matrimoniales, misnistros, psicólogos y psiquiatras, tratando de capear la tormenta. Los consejos que reciben con frecuencia implican cambios en la manera en que los dos cónyuges se relacionan mutuamente día tras día. Tal vez reciban la sugerencia de que reserven una noche cada semana para salir solos, o que modifiquen sus hábitos sexuales o su estilo de vida de trabajo excesivo. Tales consejos pueden ser útiles para restablecer la comunicación y la comprensión entre dos personas heridas y desilusionadas; pero pueden ser insuficientes para salvar un matrimonio que agoniza. ¿Por qué? Porque el consejo está dirigido a asuntos superficiales.
En la mayoría de los matrimonios con dificultades hay un problema básico tras esas irritaciones relativamente menores. Implica la manera en que uno de los cónyuges ha comenzado a percibir al otro, como ya se ha descrito. Expresándolo en términos materialistas, se diría que es el valor que un ser humano le atribuye a otro. Ese valor que se le asigna queda incorporado en la palabra respeto, y es absolutamente fundamental para todas las relaciones humanas.
La manera en que nos conducimos día tras día es mayormente una función de cómo respetamos o dejamos de respetar a las personas que nos rodean. El modo en que los empleados se desempeñan es un producto de la manera en que perciben a su jefe. La manera en que los hijos se conducen es resultado del respeto que les tienen a los padres. La manera en que las naciones co-existen es atribuible al respeto que se tienen mutuamente. La manera en que los esposos se relacionan es una función de su mutuo respeto y admiración. Por eso la desavenencia conyugal casi siempre emana de una falta de respeto en alguna parte de la relación. Ese es el fondo de toda confrontación romántica.
Si hay alguna esperanza para los matrimonios agonizantes, lo más probable es que se hallará en la restauración del respeto entre los cónyuges en conflicto.
¿Qué se puede hacer para preservar el matrimonio? La respuesta requiere que el cónyuge vulnerable abra la puerta de la jaula y deje salir al cónyuge atrapado. Todos los artificios para retenerlo deben cesar de inmediato, incluso el sufrimiento, la ira o la culpa que se usan para manipular a las personas, y también el apaciguamiento. La súplica, el ruego, el dejarse llevar como un trapo para limpiar el suelo, el llanto y el retorcerse de las manos son igualmente destructivos. Pueden haber ocasiones y lugares en que deban expresarse las emociones fuertes, y tal vez haya lugar para la tolerancia callada. Pero no deben usarse esas reacciones como medios de persuasión para encadenar contra su voluntad al cónyuge que se está alejando.
Si usted se encuentra en desesperada necesidad de este consejo, preste mucha atención es este punto: estoy completamente seguro de que usted ni siquiera hubiera soñado en usar estos métodos coercitivos durante los días de enamoramiento y cortejo, para convencer a su novio o novia a que se casara con usted. Usted tuvo que atraerla, seducirla a que lo siguiera, enamorarla, estimularla. Este juego sutil del cortejo tuvo que suceder un delicado paso a la vez. ¿Se imagina usted lo que habría ocurrido si usted hubiera estallado en copioso llanto, y violentamente se hubiera abrazado apretadamente al cuello de su novio o novia, diciéndole: "Me moriré si tú no estás conmigo. Por piedad. Por favor, no me dejes!"
Semejante forma de acercarse a un posible cónyuge es casi tan desastroso como lo sería para un vendedor de autos usados. ¿Qué piensa usted que lograría si, llorando a lágrima viva, le dice a un posible cliente: "Por favor, compre este automóvil. Necesito el dinero con desesperación, y sólo he vendido dos autos hoy. Si usted no me compra este auto, sólo me queda pegarme un tiro?"
La analogía es ridícula, por supuesto, pero hay una similitud en ella. Cuando alguien se ha enamorado de una persona que usted quiere que sea suya, lo que hace es intentar "venderse usted mismo" a esa otra persona. Sin embargo, al igual que el vendedor de autos, no puede ni debe privar al comprador de su libre elección en el asunto. En lugar de ello, debe convencer al cliente que la compra vale la pena. Si nadie compraría un automóvil sólo para aliviar el sufrimiento del vendedor, cuánto menos probable es que alguien dedique su vida entera, simplemente por benevolencia, a alguien a quien no ama. Nadie es tan altruista. Dios nos permite seleccionar, en el curso de nuestra vida, a sólo una persona con la cual invertir todo lo que poseemos, y pocos estamos dispuestos a perder esa oportunidad con alguien de quien simplemente nos compadecemos. En realidad, es muy difícil amar románticamente a una persona y compadecerse de ella al mismo tiempo.
Apliquemos este concepto a la vida matrimonial. Si rogar y suplicar son métodos ineficaces para atraer a la persona del sexo opuesto durante los días del cortejo, ¿por qué las víctimas de un mal matrimonio emplean los mismo subterfugios humillantes tratando de retener al cónyuge que se aleja? Lo único que están haciendo es ahondar la falta de respeto de parte de aquel que quiere escaparse. En lugar de eso, lo que debieran es darle a entender su propia version del siguiente mensaje, cuando se presente la ocasión apropiada:
Juan, he atravesado momentos muy difíciles desde que decidiste dejarme, como ya lo sabes. Mi amor por ti es tan profundo que sencillamente no podía enfrentar la posibilidad de una vida sin ti. Para una persona como yo, que esperaba casarse una sola vez y permanecer en ese matrimonio por toda la vida, es un golpe muy severo ver que nuestra relación se desintegra. Sin embargo, he hecho un examen profundo de mí misma, y ahora me doy cuenta de que he estado tratando de retenerte contra tu voluntad. Eso simplemente no puede hacerse. Al reflexionar en nuestros días de enamorados, y en los primeros años juntos, recuerdo que te casaste conmigo por decisión libre y propia tuya. No te retorcí el brazo ni te soborné. Fue una decisión que tomaste sin ninguna presión de parte mía. Ahora tú dices que quieres librarte de este matrimonio y, obviamente, tengo que dejarte ir. Estoy consciente de que no puedo obligarte ahora a que te quedes conmigo más de lo que podía haberte obligado a que te casaras conmigo. Eres libre de marcharte. Si nunca me vuelves a llamar, aceptaré tu decisión. Admito que toda esta experiencia ha sido muy dolorosa, pero saldré adelante. El Señor ha estado conmigo hasta aquí, y El irá conmigo en el futuro. Tú y yo hemos tenido momentos maravillosos, Juan. Tú fuiste mi primer amor, y nunca olvidaré los momentos que hemos compartido. Oraré por ti y confío en que Dios te guiará en los años por venir.
Lentamente, casi sin poder creerlo, el cónyuge enjaulado observa que la puerta de la jaula comienza a vibrar un poco, y luego comienza a abrirse. No puede creerlo. Ahora lo deja libre esa persona a la cual se sentía encadenado de manos y pies por años. Ya no es necesario batallar para librarse de sus insinuaciones que lo encadenan.
"Pero debe haber gato encerrado --piensa--. Es demasiado bueno para ser verdad. Las palabras salen fácilmente. Eso es nada más que otro truco para retenerme. En una o dos semanas volverá a llamar por teléfono llorando y suplicándome que vuelva a casa. Ella es débil, y se doblegará otra vez por las presiones."
Es mi recomendación más fuerte que usted, el cónyuge rechazado, le demuestre a su cónyuge que está completamente equivocado en tal conclusión. Déjelo que se rompa la cabeza por unas cuantas semanas preguntándose como le irá a usted. Sólo el transcurso del tiempo le convencerá de que usted hablaba en serio, de que él realmente es libre. El puede hasta tratar de someter a prueba su decisión durante este tiempo mediante gran hostilidad e insultos, y flirteando con otras. Pero una cosa es cierta: estará vigilando en busca de señales de fortaleza o debilidad. Los vestigios del respeto penden de un hilo.
Si el cónyuge más vulnerable pasa la prueba inicial y convence al otro de que la libertad es segura, comenzarán a ocurrir algunos cambios muy interesantes en su relación. Cada situación es única, y estoy simplemente describiendo reacciones típicas; pero estos sucesos son extremadamente corrientes en las familias que hemos observado. La mayoría de las excepciones representan variaciones del mismo tema. Tres consecuencias distintas pueden esperarse cuando una persona que anteriormente era "posesiva" deja libre al cónyuge frío:
El cónyuge atrapado ya no siente que sea necesario luchar contra el otro, y su relación mejorará. No es que el amor haya renacido, necesariamente, pero la tensión entre los dos cónyuges a menudo se reduce.
A medida que el cónyuge frío comienza a sentirse libre otra vez, la pregunta que se había estado haciendo cambia. Después de haberse estado preguntando por semanas o meses: "¿Cómo puedo zafarme de esta cadena?", comienza a preguntarse: "¿Quiero realmente zafarme?" El hecho de saber que puede salirse con la suya a menudo le quita el incentivo de querer realizarlo.
Algunas veces le hace darse una vuelta de ciento ochenta grados, y le trae de regreso al hogar.
El tercer cambio ocurre, no en la mente del cónyuge frío, sino en la mente del cónyuge vulnerable. Increíblemente, se siente mejor, como que de alguna manera tiene la situación bajo control. No hay mayor sufrimiento que atravesar un valle de lágrimas, esperando en vano que el teléfono suene, o que ocurra un milagro. En lugar de eso, la persona comienza a recobrar el respeto de sí misma, y a recibir a cambio pequeñas pruebas de respeto. Aun cuando es difícil dejar en libertad de una vez por todas, hay amplias recompensas al hacerlo. Una de las ventajas incluye el hecho de sentir que uno tiene un plan, un programa, un curso definido de acción, para seguir. Eso es infinitamente más atractivo que el experimentar la profunda desesperación de impotencia que sentía anteriormente. Poco a poco comienza el proceso de sanar.
En este punto de nuestra discusión del tema, algunos estarán comenzando a hacerse una pregunta que significa para mí más que cualquier otro aspecto del trabajo que estamos haciendo: ¿Es este consejo que estoy ofreciendo compatible con las Sagradas Escrituras? Sin lugar a dudas es diferente de lo que muchos líderes evangélicos recomendarían.
Si pensara que mis recomendaciones contradicen las enseñanzas de la Biblia, jamás las volvería a pronunciar. La Palabra de Dios es la norma para toda la conducta y los valores humanos. En este contexto, hay varios pasajes específicos que respaldan las conclusiones psicológicas a que he arribado. La porción más pertinente se halla en 1 Corintios 7:12-15.
"Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Por que el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestro hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos. Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios."
A mí me parece que esas son instrucciones muy directas. El apostol Pablo estaba hablándoles a hombres y a mujeres que estaban casados con personas inconversas. Algunos, sin duda alguna, estaban involucrados en matrimonios con problemas. Les decía inequivocamente que el divorcio no es una alternativa valida. Punto. Se les instruía a permanecer fieles, y a tratar de ganar para el Señor al cónyuge inconverso. Buen consejo! Pero Pablo también era sensible hacia los que no tenían alternativa en el asunto. Como Linda y Marta, eran incapaces de retener a su cónyuge a su lado. En esos casos les advierte que dejen que los cónyuges se vayan. No hay ninguna culpa al aceptar algo que esta fuera del control de uno. Así como acabo de indicar, la aceptación de lo inevitable resultara en "paz". Aquí vemos la maravillosa sabiduría del Creador, según se expresa por medio de su siervo, en las dimensiones de las relaciones personales y psicológicas.
Dr. James C. Dobson,
El amor debe ser firme
En la mayoría de los matrimonios con dificultades hay un problema básico tras esas irritaciones relativamente menores. Implica la manera en que uno de los cónyuges ha comenzado a percibir al otro, como ya se ha descrito. Expresándolo en términos materialistas, se diría que es el valor que un ser humano le atribuye a otro. Ese valor que se le asigna queda incorporado en la palabra respeto, y es absolutamente fundamental para todas las relaciones humanas.
La manera en que nos conducimos día tras día es mayormente una función de cómo respetamos o dejamos de respetar a las personas que nos rodean. El modo en que los empleados se desempeñan es un producto de la manera en que perciben a su jefe. La manera en que los hijos se conducen es resultado del respeto que les tienen a los padres. La manera en que las naciones co-existen es atribuible al respeto que se tienen mutuamente. La manera en que los esposos se relacionan es una función de su mutuo respeto y admiración. Por eso la desavenencia conyugal casi siempre emana de una falta de respeto en alguna parte de la relación. Ese es el fondo de toda confrontación romántica.
Si hay alguna esperanza para los matrimonios agonizantes, lo más probable es que se hallará en la restauración del respeto entre los cónyuges en conflicto.
¿Qué se puede hacer para preservar el matrimonio? La respuesta requiere que el cónyuge vulnerable abra la puerta de la jaula y deje salir al cónyuge atrapado. Todos los artificios para retenerlo deben cesar de inmediato, incluso el sufrimiento, la ira o la culpa que se usan para manipular a las personas, y también el apaciguamiento. La súplica, el ruego, el dejarse llevar como un trapo para limpiar el suelo, el llanto y el retorcerse de las manos son igualmente destructivos. Pueden haber ocasiones y lugares en que deban expresarse las emociones fuertes, y tal vez haya lugar para la tolerancia callada. Pero no deben usarse esas reacciones como medios de persuasión para encadenar contra su voluntad al cónyuge que se está alejando.
Si usted se encuentra en desesperada necesidad de este consejo, preste mucha atención es este punto: estoy completamente seguro de que usted ni siquiera hubiera soñado en usar estos métodos coercitivos durante los días de enamoramiento y cortejo, para convencer a su novio o novia a que se casara con usted. Usted tuvo que atraerla, seducirla a que lo siguiera, enamorarla, estimularla. Este juego sutil del cortejo tuvo que suceder un delicado paso a la vez. ¿Se imagina usted lo que habría ocurrido si usted hubiera estallado en copioso llanto, y violentamente se hubiera abrazado apretadamente al cuello de su novio o novia, diciéndole: "Me moriré si tú no estás conmigo. Por piedad. Por favor, no me dejes!"
Semejante forma de acercarse a un posible cónyuge es casi tan desastroso como lo sería para un vendedor de autos usados. ¿Qué piensa usted que lograría si, llorando a lágrima viva, le dice a un posible cliente: "Por favor, compre este automóvil. Necesito el dinero con desesperación, y sólo he vendido dos autos hoy. Si usted no me compra este auto, sólo me queda pegarme un tiro?"
La analogía es ridícula, por supuesto, pero hay una similitud en ella. Cuando alguien se ha enamorado de una persona que usted quiere que sea suya, lo que hace es intentar "venderse usted mismo" a esa otra persona. Sin embargo, al igual que el vendedor de autos, no puede ni debe privar al comprador de su libre elección en el asunto. En lugar de ello, debe convencer al cliente que la compra vale la pena. Si nadie compraría un automóvil sólo para aliviar el sufrimiento del vendedor, cuánto menos probable es que alguien dedique su vida entera, simplemente por benevolencia, a alguien a quien no ama. Nadie es tan altruista. Dios nos permite seleccionar, en el curso de nuestra vida, a sólo una persona con la cual invertir todo lo que poseemos, y pocos estamos dispuestos a perder esa oportunidad con alguien de quien simplemente nos compadecemos. En realidad, es muy difícil amar románticamente a una persona y compadecerse de ella al mismo tiempo.
Apliquemos este concepto a la vida matrimonial. Si rogar y suplicar son métodos ineficaces para atraer a la persona del sexo opuesto durante los días del cortejo, ¿por qué las víctimas de un mal matrimonio emplean los mismo subterfugios humillantes tratando de retener al cónyuge que se aleja? Lo único que están haciendo es ahondar la falta de respeto de parte de aquel que quiere escaparse. En lugar de eso, lo que debieran es darle a entender su propia version del siguiente mensaje, cuando se presente la ocasión apropiada:
Juan, he atravesado momentos muy difíciles desde que decidiste dejarme, como ya lo sabes. Mi amor por ti es tan profundo que sencillamente no podía enfrentar la posibilidad de una vida sin ti. Para una persona como yo, que esperaba casarse una sola vez y permanecer en ese matrimonio por toda la vida, es un golpe muy severo ver que nuestra relación se desintegra. Sin embargo, he hecho un examen profundo de mí misma, y ahora me doy cuenta de que he estado tratando de retenerte contra tu voluntad. Eso simplemente no puede hacerse. Al reflexionar en nuestros días de enamorados, y en los primeros años juntos, recuerdo que te casaste conmigo por decisión libre y propia tuya. No te retorcí el brazo ni te soborné. Fue una decisión que tomaste sin ninguna presión de parte mía. Ahora tú dices que quieres librarte de este matrimonio y, obviamente, tengo que dejarte ir. Estoy consciente de que no puedo obligarte ahora a que te quedes conmigo más de lo que podía haberte obligado a que te casaras conmigo. Eres libre de marcharte. Si nunca me vuelves a llamar, aceptaré tu decisión. Admito que toda esta experiencia ha sido muy dolorosa, pero saldré adelante. El Señor ha estado conmigo hasta aquí, y El irá conmigo en el futuro. Tú y yo hemos tenido momentos maravillosos, Juan. Tú fuiste mi primer amor, y nunca olvidaré los momentos que hemos compartido. Oraré por ti y confío en que Dios te guiará en los años por venir.
Lentamente, casi sin poder creerlo, el cónyuge enjaulado observa que la puerta de la jaula comienza a vibrar un poco, y luego comienza a abrirse. No puede creerlo. Ahora lo deja libre esa persona a la cual se sentía encadenado de manos y pies por años. Ya no es necesario batallar para librarse de sus insinuaciones que lo encadenan.
"Pero debe haber gato encerrado --piensa--. Es demasiado bueno para ser verdad. Las palabras salen fácilmente. Eso es nada más que otro truco para retenerme. En una o dos semanas volverá a llamar por teléfono llorando y suplicándome que vuelva a casa. Ella es débil, y se doblegará otra vez por las presiones."
Es mi recomendación más fuerte que usted, el cónyuge rechazado, le demuestre a su cónyuge que está completamente equivocado en tal conclusión. Déjelo que se rompa la cabeza por unas cuantas semanas preguntándose como le irá a usted. Sólo el transcurso del tiempo le convencerá de que usted hablaba en serio, de que él realmente es libre. El puede hasta tratar de someter a prueba su decisión durante este tiempo mediante gran hostilidad e insultos, y flirteando con otras. Pero una cosa es cierta: estará vigilando en busca de señales de fortaleza o debilidad. Los vestigios del respeto penden de un hilo.
Si el cónyuge más vulnerable pasa la prueba inicial y convence al otro de que la libertad es segura, comenzarán a ocurrir algunos cambios muy interesantes en su relación. Cada situación es única, y estoy simplemente describiendo reacciones típicas; pero estos sucesos son extremadamente corrientes en las familias que hemos observado. La mayoría de las excepciones representan variaciones del mismo tema. Tres consecuencias distintas pueden esperarse cuando una persona que anteriormente era "posesiva" deja libre al cónyuge frío:
El cónyuge atrapado ya no siente que sea necesario luchar contra el otro, y su relación mejorará. No es que el amor haya renacido, necesariamente, pero la tensión entre los dos cónyuges a menudo se reduce.
A medida que el cónyuge frío comienza a sentirse libre otra vez, la pregunta que se había estado haciendo cambia. Después de haberse estado preguntando por semanas o meses: "¿Cómo puedo zafarme de esta cadena?", comienza a preguntarse: "¿Quiero realmente zafarme?" El hecho de saber que puede salirse con la suya a menudo le quita el incentivo de querer realizarlo.
Algunas veces le hace darse una vuelta de ciento ochenta grados, y le trae de regreso al hogar.
El tercer cambio ocurre, no en la mente del cónyuge frío, sino en la mente del cónyuge vulnerable. Increíblemente, se siente mejor, como que de alguna manera tiene la situación bajo control. No hay mayor sufrimiento que atravesar un valle de lágrimas, esperando en vano que el teléfono suene, o que ocurra un milagro. En lugar de eso, la persona comienza a recobrar el respeto de sí misma, y a recibir a cambio pequeñas pruebas de respeto. Aun cuando es difícil dejar en libertad de una vez por todas, hay amplias recompensas al hacerlo. Una de las ventajas incluye el hecho de sentir que uno tiene un plan, un programa, un curso definido de acción, para seguir. Eso es infinitamente más atractivo que el experimentar la profunda desesperación de impotencia que sentía anteriormente. Poco a poco comienza el proceso de sanar.
En este punto de nuestra discusión del tema, algunos estarán comenzando a hacerse una pregunta que significa para mí más que cualquier otro aspecto del trabajo que estamos haciendo: ¿Es este consejo que estoy ofreciendo compatible con las Sagradas Escrituras? Sin lugar a dudas es diferente de lo que muchos líderes evangélicos recomendarían.
Si pensara que mis recomendaciones contradicen las enseñanzas de la Biblia, jamás las volvería a pronunciar. La Palabra de Dios es la norma para toda la conducta y los valores humanos. En este contexto, hay varios pasajes específicos que respaldan las conclusiones psicológicas a que he arribado. La porción más pertinente se halla en 1 Corintios 7:12-15.
"Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Por que el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestro hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos. Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios."
A mí me parece que esas son instrucciones muy directas. El apostol Pablo estaba hablándoles a hombres y a mujeres que estaban casados con personas inconversas. Algunos, sin duda alguna, estaban involucrados en matrimonios con problemas. Les decía inequivocamente que el divorcio no es una alternativa valida. Punto. Se les instruía a permanecer fieles, y a tratar de ganar para el Señor al cónyuge inconverso. Buen consejo! Pero Pablo también era sensible hacia los que no tenían alternativa en el asunto. Como Linda y Marta, eran incapaces de retener a su cónyuge a su lado. En esos casos les advierte que dejen que los cónyuges se vayan. No hay ninguna culpa al aceptar algo que esta fuera del control de uno. Así como acabo de indicar, la aceptación de lo inevitable resultara en "paz". Aquí vemos la maravillosa sabiduría del Creador, según se expresa por medio de su siervo, en las dimensiones de las relaciones personales y psicológicas.
Dr. James C. Dobson,
El amor debe ser firme